Entrevista a Matthew McConaughey para Playboy

traducción periodística del inglés

Written by:

mcconaugheymain

Entrevista por Stephen Robello

Traducción de Ignacio Rial-Schies para Playboy Argentina

PLAYBOY: Empezando con tu salto a la fama como protagonista en A Time to Kill, en 1996, hasta tu temporada de comedias románticas en los 2000, fuiste amado y odiado por andar en cuero. Al público puede costarle olvidar la revelación de Matthew McConaughey totalmente desnudo en tu nueva película, Gold, donde encarnaste a un estafador flácido con una panza que rebalsa el cinturón, con el traste caído, que se está quedando pelado y tiene problemas de dentadura.

MCCONAUGHEY: [Ríe] ¿Pensás que el público va a decir algo como “miren a la morsa”?

PLAYBOY: Bueno, algo así. Sin arruinar la sorpresa, vos, Edgar Ramirez y Bryce Dallas Howard tienen personajes que participaron del fraude de Bre-X, de la industria minera en los noventas en la vida real . Tu personaje es un fumador empedernido con una barriga de cerveza llamado Kenny Wells. Tu aspecto en la película, ¿es un guiño a los críticos y periodistas que te pegaron por explotar tu buen físico?

MCCONAUGHEY: No creo que mi aspecto como Kenny sea excéntrico, de ninguna manera. No actuaría así. Es peso real, no hay prótesis. Mi peso ideal es de 84 kilos, que es mi peso actual. Extraño la ligereza y la vitalidad que sentí cuando bajé a 62 kilos, mi peso cuando hice Dallas Buyers Club. Había subido a 75 para True Detective, pero en Gold me dije “Este tipo es deseante. Él satisface. Es un .” Eso me hizo pensar en mi papá. Le encantaba comer, tomar y ser un anfitrión. Medía más de un metro noventa y llegó a pesar 120 kilos. Este tipo, Kenny, tiene mucho de eso. Es el Capitán Diversión, y se porta como si fuera sábado aunque esté tocando fondo. Antes de empezar a filmar, tuve algunos meses para llenarme. Si había algo que quería comer o tomar, decía que sí. Si dudaba, tenía que servirme el doble. Al día de hoy, el papá favorito de mis hijos fue cuando estaba haciendo de Kenny, porque en lugar de comer pizza solo los viernes a la noche, comíamos pizza los jueves a la noche, cualquier noche.

PLAYBOY: Y tu mujer, Camila, ¿qué pensaba del Capitán Diversión?

MCCONAUGHEY: Le encantaba. Era tan divertido. Le decía que sí a cualquier deseo ― sin perder mi matrimonio.

PLAYBOY: Después de décadas de jugar al golf, correr y surfear, ¿cómo te hicieron sentir los meses de atracones?

MCCONAUGHEY: Mi cuerpo se sentía genial. Dormía genial. Mi espalda y rodillas se sentían fisiológicamente mejor. Pero cuidado, si vivieras con esa dieta por cuatro años, te sentirías aletargado. Le encontré la vuelta: lo que te hace sentir cansado cuando estás excediéndote es pensar en dejar de hacerlo. Lo que cansa es mirarte al espejo el lunes a la mañana y decir “Tenés que arreglarte.” Yo me levantaba el lunes a la mañana y decía “¡Vamos a tomar otra cerveza y comer una hamburguesa con queso!” Realmente, nunca me cansé de las hamburguesas con queso, por eso fue más divertido llegar al peso que bajarlo. Pero solo hace falta transpirar por una hora al día, ya sea en el gimnasio, bailando, corriendo, lo que sea.

PLAYBOY: ¿Puede una transformación así darte la libertad del anonimato público, aunque sea temporalmente? Después de todo ,la capacidad de observar silenciosamente los manierismos y comportamientos de otros, ¿no es parte del arsenal del actor?

MCCONAUGHEY: Es jodidamente cierto. Para Dallas Buyers Club, no salí de casa. Esta vez, fui de frente, con la cabeza en alto, abierto a cada extraño, a cualquier admirador. Pero cuando sos conocido y reconocible y el mundo se convierte en un espejo, ¿cómo observás?

PLAYBOY: Cuando te pusiste fornido para Gold, ¿alguna vez te discriminaron por gordo?

MCCONAUGHEY: Algunos dijeron que me veía mucho más sano. Mi mamá estuvo muy contenta hasta que me acerqué a los 90 kilos y dijo algo como “Muy bien, gordinflón, pará. Parece que tenés dos chanchos peleándose en los pantalones.” Pero mi hermano Rooster dijo “Es como si papá hubiera vuelto.” Él pensaba que estaba tan suelto y divertido que no quería que perdiera el peso. Engordé bastante, pero le dije a Rooster “Voy a perder un poco del peso, pero voy a mantener vivo el espíritu de Kenny Wells.”

PLAYBOY:  ¿Cuándo sentiste que la corriente se volvía a tu favor, el nacimiento de lo que etiquetaron como McConsciencia (McConaissance)?

MCCONAUGHEY: Después de no estar en la pantalla por un año y medio, recibí una llamada de William Friedkin, que quería que estuviera en Killer Joe. No creo que me hubiera llamado dos años antes. Steven Soderbergh me llamó por Magic Mike. Él había hecho muchas cosas donde podría haberme puesto, pero nunca me había llamado antes. Jeff Nichols había escrito Mud y quería que yo la hiciera. Hice The Paperboy con Lee Daniels. Pensaba: “A la mierda con el dinero, yo lo hago por la experiencia.” Después hicimos True Detective y Dallas Buyers Club. El tiempo fuera le dio la oportunidad a la gente para recordar el trabajo que había hecho antes, ya fuera Dazed and Confused u otra cosa. No cambié de marca en esos 18 meses, dejé de ser una marca. Me convertí en la buena idea nueva de algunas personas. La gente menciona los años de comedias románticas como si yo fuera otra persona, otro actor. Era el mismo auto, el mismo motor, el mismo yo. Solo cambié la marcha.

PLAYBOY: ¿Cómo ves Dallas Buyers Club?

MCCONAUGHEY: Esa idea la tuve por años. Las otras, fueron llamadas de Friedkin, Soderbergh, Daniels, pero esta la tuve yo. Quería que se conociera la historia de Ron Woodruff. Me sumergí en ella por seis meses, cinco horas al día―transcripciones, diarios. Conozco a esa gente, su lenguaje, ese humor anárquico. Ron se las arreglaba para sobrevivir de un modo anárquico. No hubo nada sentimental, nada “lindo” en cómo se contó la historia. Ron fue un vendedor de drogas en el mercado negro―drogas que la FDA no había aprobado que mantenían a la gente con vida. Eso estaba ahí para mí. Nos rechazaron 130 veces en los 20 años que intentamos hacerla. Era una película independiente con un papel de antihéroe, y me ayudó a cambiar la forma en que algunos me veían. Te guste o no, tiene una identidad real. Una película independiente sobre el VIH va a ser importante. No necesitaba ser entretenida, pero creo que nos las ingeniamos para hacerla así también. Tiene humor―un humor chocante. Y la hicimos por $4,9 millones en 25 días o algo así. Funcionó.

PLAYBOY: Claramente. Te consiguió un Oscar.

MCCONAUGHEY: Eso nunca apareció en mi lista de cosas pendientes. Pero una nominación, por no hablar de la premiación, me habría puesto extremadamente orgulloso del trabajo que hicimos, y me hubiera alegrado también. Me gustó mucho la película―la experiencia de hacerla. Eso ya fue un gran triunfo.

PLAYBOY: En 2008 rechazaste una supuesta oferta de $15 millones para protagonizar un relanzamiento cinematográfico de la serie televisiva Magnum P.I., un intento de franquicia. Más recientemente, te ofrecieron papeles de superhéroe, incluyendo el protagónico de Doctor Strange y el villano en Guardians of the Galaxy Vol. 2. Se habló de que actuarías del detective Travis McGee en The Deep Blue Good-By, que sería una adaptación a la pantalla grande de las novelas de John D. McDonald. Pero te subiste a The Dark Tower, basada en la serie de novelas de Stephen King, donde personificás a un destructor de mundos muy bien vestido.

MCCONAUGHEY: Me gusta Guardians of the Galaxy, pero lo que ví fue: “Es exitosa, y ahora tenemos espacio para hacer un papel colorido para otro actor de renombre.” Me hubiera sentido como un parche. El guión de Dark Tower estaba bien escrito, me gusta el director y su interpretación, y yo puedo ser el creador, el autor de el Hombre de Negro―también conocido como el Diablo―en mi versión de esta novela de Stephen King. Ya hicimos la primera. Es un thriller fantástico que tiene lugar en otro reino, un universo alternativo, pero tiene los pies en la tierra. Por ejemplo, el arma del pistolero no es un sable de luz ni nada; es una pistola. Disfruté acercarme al personaje como si fuera el Diablo pasándola bien, excitándose al exponer las hipocresías humanas donde quiera que las encuentre.

PLAYBOY: Aunque muchos críticos pensaron que fuiste lo mejor de Magic Mike, evitaste interpretar a Dallas en la secuela.

MCCONAUGHEY: Quería ser parte de eso, pero la idea de Dallas 2.0 no era el camino que yo quería tomar. Muchas veces cuando un personaje regresa, hay una disculpa inherente sobre quién fue. Dallas era demasiado eléctrico para hacerle eso. Si alguna vez volviera a hacer de Wooderson de Dazed and Confused, tampoco podría disculparme.

PLAYBOY: No es sorprendente que esta McConsciencia haya provocado algo de rechazo. Algunas de tus películas recientes, como The Sea of Trees y Free State of Jones tropezaron con el público o los críticos. Tus piezas publicitarias estilizadas para Lincoln―que oficialmente subieron las ventas un 25 por ciento―fueron parodiadas en televisión por Ellen DeGeneres y Jim Carrey.

MCCONAUGHEY: Entiendo completamente que cuando sale una película, la gente dice: “Voy a pagar 10 dólares este fin de semana porque hace tiempo que no lo veo y es un evento especial.” Es solo que no quiero trabajar tan duro para hacer algo que no me divierte o que no quiero hacer. Algunos preguntan “¿Cómo es que hiciste True Detective para la pantalla chica después de Dallas Buyers Club?” A la mierda con eso. Está genialmente escrita, el personaje es genial―tardé ocho segundos en tomar esa decisión. Estoy en la vena de no pedir permiso. Quiero la experiencia. ¿Los comerciales de Lincoln? Buen dinero, creo que son pequeñas piezas de arte y disfruto hacerlas. Todavía quedan unos pocos por hacer. Ahora también soy el director creativo de Wild Turkey. Se me acercaron para que fuera la cara de la campaña, pero dirigí el primero y estoy dirigiendo toda la campaña. Me puso en un camino nuevo y me encantó.

PLAYBOY: Tu elección de proyectos claramente pasó por un gran cambio. ¿En qué momento después de películas como Ghosts of Girlfriends Past pensaste: “Se terminaron las comedias románticas”?

MCCONAUGHEY: Recuerdo estar leyendo el guión de otra comedia romántica, reírme y pensar: “Mierda, puedo hacer esto mañana.” Es una bola rápida y está acá ahora. No es por ponerme hamletiano, pero me debatí una y otra vez: “Tenés algo que funciona. Te gusta hacer estas películas. Pagan bien.” Después pasé a: “Bueno, ¿qué pasa si en lugar de esta bola rápida leyera algo que me asuste un poco?” Me dí cuenta de que mi vida era más emocionante que mi trabajo. Decidí buscar trabajo que pudiera al menos competir con la vitalidad, excitación, alegría, amor, dolor, esperanza, culpa y espíritu que estaba sintiendo en ese momento. Tenía algo épico por delante: mi nuevo hijo, Livingston. Mi esposa y yo nos casamos ese año, y eso también me dió una sensación de sentido cada día, algo en lo cual trabajar, construir y estar ahí por primera vez, con los ojos abiertos. Estaba de regreso en Texas, sin aparecer en la pantalla ni en Page Six (una publicación digital sobre celebridades) sin remera en la playa. Esa cuestión de: “McConaughey es un tipo bien parecido en la playa, surfea todos los días y su novia está buenísima” iba atada a: “Solo hace esas comedias románticas ligeras.” Entonces, algunos pensaban que eso estaba bien, y otros más bien: “Que se vaya a la mierda.”

PLABOY: Volvamos a tu juventud. Naciste en Uvalde, Texas, y creciste con tus padres y dos hermanos mayores en Longview, Texas. De esa experiencia, ¿qué quisieras mantener vivo y qué preferirías dejar atrás?

MCCONAUGHEY: Tantas cosas fueron geniales, como mi hermano mayor y mi papá siendo mejores amigos, cosa que mi papá amaba. Mi mamá y papá se divorciaron dos veces y se casaron tres. Eran salvajes y eran aguas muy movidas y rocosas. Hacían mucho más que levantar la voz. Mi mamá se quebró los dedos cuatro veces por pegarle a mi papá en la frente hasta que él estallaba. Al día de hoy, mi mamá es la primera en decir: “Lo estaba pidiendo. Lo necesitaba para comunicarme.” Mi papá era un barril, pero tenía buenas manos. A mi mamá le daban migrañas. No importaba qué pastilla tomara, eran las manos de mi papá las que se deshacían de la migraña. A mí me daban dolores de oído, y no importaba qué tomara―gotas o lo que fuera―eran sus manos frotando mi oreja lo que me liberaba. Durante el segundo divorcio de mi mamá y mi papá, que yo no sabía que era un divorcio en ese momento, viví en un estacionamiento de casas de remolque con mi papá. Teníamos una cacatúa de mascota y una vez  cuando volví a casa la encontré girando en el fondo del inodoro, donde se había caído. Recuerdo que papá se puso de rodillas, le caían las lágrimas, se llevó la cabeza del pájaro a la boca y sopló solo lo necesario en sus pulmones. Cómo aleteó ese pájaro al volver a la vida. Lo tuvo por otros cinco años.

PLAYBOY: Según el libro de 2008 de tu madre, I Amaze Myself!, cuando tu papá murió en 1992 ―mientras tenía sexo con tu madre― ella insistió en que su cuerpo fuera sacado de la casa desnudo porque ella: “Estaba muy orgullosa de mostrar al gran viejo Jim McConaughey―y su don.” ¿Qué recuerdos específicos de tu padre alimentaron Gold?

MCCONAUGHEY: Realmente basé mi personaje en mi padre y en un tipo llamado Chicago John. Yo tenía 19, 20 años en Houston, era el día antes de navidad, y mi papá dijo: “Vamos, consigamos algo de relleno para las medias.” Fuimos a un centro comercial en el sudoeste de Houston donde hay basurales, líneas de alta tensión y una camioneta blanca que nos hizo luces a través de la neblina cuando estacionamos. Mi papá dijo: “Quedate en el auto, amiguito. Ese es Chicago John,” y salió. A través de la ventana del acompañante, vi a este tipo bajar de la camioneta―de un metro sesenta y cinco, campera de cuero negra, pelado. Fue a la parte trasera de la camioneta y abrió las puertas. Había una lavadora, fregaderos, microondas, chucherías. Era emocionante. Estaba pasando algo y era oscuro. La espalda de mi papá y la de Chicago John tapaban la puerta abierta de la camioneta y los hombros de mi papá se movían como en olas. Pensé: “¿Qué será, una víbora?” De pronto, vi a mi papá contando dinero. Se subió al auto, arrancó, me dio algo envuelto en papel y dice: “Tomá, ponelo en la guantera.” Salimos sin despedirnos de Chicago John, subimos otra vez a la ruta 59 y no pronunciamos una palabra hasta: “Ey, amiguito, fijate si eso sigue en la guantera.” Abrí la guantera. ¿Qué mierda es?  Desenvuelvo el papel, y era un gran reloj plateado. Mi papá dijo: “Maldita sea, es un Rolex de titanio de $17,000 y lo conseguí por tres mil. Guardalo.” ¿Mejor que ir al supermercado a comprar chucherías, no? A mi papá le encantaban los negocios oscuros. Es casi como si hubiera querido ser un gangster pero no lo era. Ese es mi tipo en Gold.

PLAYBOY: ¿Y el reloj?

MCCONAUGHEY: No era un Rolex de titanio. Pagó como tres mil dólares de más, pero maldita sea, me encantó que contara el dinero y ese: “Fijate si todavía está ahí”―no para hacerme una broma, sino solo como: “Nos estamos saliendo con la nuestra.” Eso es lo que Kenny Wells fue para mí. Mi padre sí murió haciendo el amor con mi madre, por cierto. Eso captura mucho de lo que es mi madre.

PLAYBOY: ¿Les avisó a vos y a tus hermanos que iba a escribir sobre esas cosas en el libro?

MCCONAUGHEY: Nos miramos y dijimos: “Como quieras, nena. Hacelo. No te reprimas.” Ella y mi papá fueron rebeldes salvajes, pero con una familia muy estructurada y disciplinada. Al día de hoy, se queda despierta una hora más tarde que yo a la noche y se levanta una hora antes. Tiene 84 años y tiene cáncer. No nos lo dijo por dos años. Es una desgraciada con una mentalidad que domina la materia. La convencimos de que fuera a ver a un doctor. Hizo quimioterapia―bam―desapareció.

PLAYBOY: Parece que a los McConaugheys nunca les faltó confianza. ¿Tener hermanos mayores te dio alguna perspectiva sobre las mujeres o la vida?

MCCONAUGHEY: Voy a compartirte esto. Tenía 11 y mi hermano Pat estaba saliendo de la adolescencia. Un día, su Camaro Z/28 se averió. Mi mamá y yo lo estábamos pasando a buscar de la escuela. Yo estaba en el asiento trasero del auto familiar, y veo la silueta de alguien, apoyado contra la pared, fumando. Mi madre dijo “¿Dónde está?” Casi digo “Está ahí,” pero me callé porque le hubieran dado una paliza si lo agarraban fumando. Yo creía  que él medía dos metros diez. Creía que su Z/28 era el más rápido del mundo. Esa versión romántica de él fue la base para David Wooderson cuando hice Dazed and Confused años más tarde.

PLAYBOY: ¿Recordás tus primeras fantasías con celebridades?

MCCONAUGHEY: Lisa Bonet, Angel Heart. El vestido blanco, descalza en ese camino, la secuencia donde hacen el amor, la sangre chorreando por las paredes, la eyaculación. Ese fue uno de los primeros pósters que tuve. Otro fue Cher. Recuerdo desenrollar el póster de Farrah Fawcett en el asiento trasero del auto con mi hermano y decir “Pat, se le ve el pezón,” y mi mamá me pescó haciéndolo, me lo sacó y no me dejaba colgarlo. Jessica Lange en la segunda King Kong, bajándose del barco con esos pantalones cortísimos. Wow. También tuve un momento con Sarah Jessica Parker en Honeymoon in Vegas.

PLAYBOY: ¿Contribuyó tu madre a tu educación amorosa y matrimonial?

MCCONAUGHEY: Cuando mi hermano del medio y yo estábamos creciendo, intentó encontrarnos chicas. Decía: “Creo que te va a gustar mucho esta chica,” pero yo contestaba: “No, mamá, a vos te gusta esa chica. No queremos casarnos con alguien como vos.”

PLAYBOY: ¿Cómo aprendiste lo que era el sexo?

MCCONAUGHEY: Creo que tenía 14 cuando papá y yo tuvimos la charla de los pájaros y las abejas. Él me dijo: “Amiguito, bajate los pantalones. Miremos qué tenés ahí. Bueno, ¿ves estos de acá? Esos son los que hacen bebés. Y este chiquito es de donde sale el semen. Estoy seguro de que la ducha le dio algunas veces cuando jugabas con él y se sintió genial.” Fue una charla hombre a hombre, hijo a padre. Estuvo muy bien y de alguna manera le sacó el tabú a las cosas.

PLAYBOY: ¿Qué tipo de consejos te dio sobre las mujeres?

MCCONAUGHEY: Recuerdo que dijo: “Va a llegar el momento cuando estés con una chica y tus manos van a empezar por arriba y después van a bajar. Si en algún momento en esa línea sentís la más mínima resistencia, cualquier tensión, no sigas, que es cuando la chica probablemente quiera que sigas un poco. No lo hagas. La próxima vez que estén juntos, si siguen gustándose, probablemente estén más cómodos y no sientan esa resistencia, está bien seguir un poco más.” La primera vez que estuve con una chica por debajo de la cintura, me tomó como una hora llegar de arriba a abajo.

PLAYBOY: ¿Porque sentiste resistencia?

MCCONAUGHEY: No, porque todo lo que había visto eran fotos de PLAYBOY de mujeres de pie que había escondido en un granero en la otra punta del barrio. Nunca exponían los labios y esas cosas, así que siempre pensé que la vagina estaba orientada este-oeste. Llegué ahí y pensaba: “¿Dónde está?” Los diez centímetros finales me tomaron más que el resto, porque pensaba “Eh, ¿me la pasé?” Tres horas después, aprendí que estaba orientada norte-sur y ella decía “Dale, dale.” Estaba maravillosa, inocentemente mal informado.

PLAYBOY: ¿Cuándo fuiste mucho más allá?

MCCONAUGHEY: ¿Cuándo perdí la virginidad? Creo que tenía 15, 16. Fue una historia genial, pero me la voy a quedar para mí. Salí de la secundaria con todos los semáforos en verde. Saqué buenas notas más que nada para que mi mamá y mi papá estuvieran contentos, así que después tuve la libertad de hacer lo que quise. Tenía un trabajo que me forraba el bolsillo trasero. Llegaba siempre en hora a casa, tuve dos grandes novias, conseguí un auto y me lo compré. Hice negocios durante la secundaria. Mamá y papá estaban contentos, y me encargué de ellos también. Tenía dinero guardado, todo eso. Pensaba en convertirme en abogado.

PLAYBOY: ¿No en actuar o trabajar en publicidad?

MCCONAUGHEY: No. En 1988 me fui a Australia como estudiante de intercambio. Me buscaron del aeropuerto y me subí al auto de una familia que me había escrito una carta y yo les había escrito una carta a ellos. Viajamos dos horas hasta un pueblo, población 205. Me convertí en un vegetariano muy poco sano. Empecé a correr diez kilómetros al día. Perdí mucho peso. Me volví célibe y preocupado por el racismo y la intolerancia. Realmente pensé en ser un monje. Tenía dos discos que gasté, INXS y uno de Maxi Priest. Empecé a escribir mucho. Era un prisionero de mi propia mente. En retrospectiva, creé esa disciplina para mantener la cordura.

PLAYBOY: ¿Qué te estaba pasando en esa época?

MCCONAUGHEY: Es casi como si mi familia no le permitía a uno pasar un invierno. Siempre se trataba del verano. Si hace buen tiempo, estás afuera. Cualquier cosa de la vida que te tire abajo, pasás la página y lo superás. En Australia, estaba pasando por mi primer invierno, mi tiempo para preguntar los por qué y los cómo, lidiar con las preguntas sobre la vida, la existencia, el tiempo―cosas que algunos pasan por alto toda la vida. Creo que no estaría sentado acá si no hubiera tenido ese año.

PLAYBOY: ¿Cómo reaccionaron tu familia y tus amigos cuando volviste a Estados Unidos y empezaste a ir a la escuela de comunicación en la Universidad de Texas en Austin?

MCCONAUGHEY: No podía tener una conversación ligera. Tenía que ir a lo profundo, profundo, profundo. La gente me decía: “Me extenuás. ¿Dónde está el McConaughey con el que pasábamos un buen rato?” Hasta me encontré con una chica que me había esperado. No podía soportarme, y no la culpo. No sabía si iba a poder superarlo. No sabía si debía. Entonces empecé a juntarme con algunos chicos. Íbamos a jugar videojuegos, fumábamos y corríamos en juego de carreras. Nos empezó a reclutar Delta Tau Delta. Me volví más liviano. Era un tipo con buenas notas. Los jueves iba a la biblioteca de cinco a once de la noche. Pensaba en ser psiquiatra. A propósito, durante un año, les hice creer a todos que era Australiano.

PLAYBOY: ¿Que hiciste qué?

MCCONAUGHEY: Todavía me divertía mi acento Australiano. A las chicas les parecía lindo, y obviamente estaba recuperando mi sentido del humor. Cuando paré, me decían: “¿Qué pasó con tu acento?” La universidad fue genial. Había sororities, amigos, fiestas y football. Tenía buenas notas. Era tiempo de recuperar algo del verano.

PLAYBOY: ¿Terminaste finalmente con el celibato?

MCCONAUGHEY: Me aferré a eso por probablemente un año más después de volver. Era para enfocar. Era parcialmente por religión. También se trataba de no salir de uno mismo para buscar confianza o afirmación de la propia identidad, como dice Emerson.

PLAYBOY: Pero conseguiste un agente y empezaste a hacer castings, e hiciste un comercial televisivo para el diario Austin Daily que publicitaba al equipo de tu escuela, los Texas Longhorns. Poco tiempo después, el director de casting y productor Don Phillips, que trabajó  en Fast Times at Ridgemont High y Dog Day Afternoon, se encontró con vos en un bar y te presentó al director Richard Linklater para Dazed and Confused. No tenías mucha experiencia frente a la cámara.

MCCONAUGHEY: Estaba en una materia electiva de cine, detrás de la cámara, pero tenía un pager y le dije a mis profesores: “Miren, si tengo que irme de la clase y manejar hasta Dallas para el casting, voy a hacerlo porque tengo una oportunidad de conseguir trabajo y ganar algo de dinero. Prometo venir a las fechas de examen.” Cuando fui al casting de Rick, para mí era una entrevista de trabajo. Me afeité, me peiné, planché mi remera y mis pantalones, fui y dije: “¿Cómo está, señor Linklater?” Y él dijo: “¿Este tipo para Wooderson?” Me senté, leí y solo seguí. Cuando terminé, Rick dijo: “No sos este tipo.” Yo dije: “No, pero sé quién es él.” La primera noche en el set, cuando salí del remolque después del peinado, el maquillaje y el vestuario con esos pantalones color durazno, no se suponía que filmáramos nada, pero Rick empezó a pasarme ideas y preguntas y se las contesté como Wooderson. Así que filmamos la escena donde llega con el auto, pasando música en su eight-track. Yo había estado escuchando mucha música de los setentas para prepararme y uno de los discos era el vivo de Doors en el cual Jim Morrison le ladra al público: “¡Está bien, está bien, está bien, está bien, está bien, está bien!” Así que estaba sentado en el auto, no pensaba en esa canción pero pensaba: “¿Quién es este tipo?” Le gusta drogarse, el rock and roll y levantar chicas. Las primeras palabras que dije en una película, y las filmaron. No sé de dónde venían. Instintivamente, sabía de dónde.

PLAYBOY: Tu padre murió mientras hacías esa película, ¿no?

MCCONAUGHEY: A seis días de empezar. De ahí es donde viene “Just keep livin’”. Lo puse en boca de Wooderson la primera noche que volví al set. Hay algo de gracia divina en que mi padre estuviera vivo al comienzo de lo que sería mi carrera.

PLAYBOY: Después de eso, hiciste Texas Chainsaw Massacre: The Next Generation, Boys on the Side y Lone Star antes de ser consagrado como el próximo Paul Newman en A Time to Kill, protagonizando junto a Sandra Bullock. La química entre ustedes dos era bastante evidente.

MCCONAUGHEY: Salimos por un tiempo después de A Time to Kill, y todavía somos amigos. Ella y yo tenemos otra versión de nuestra relación para filmar, y estamos buscando algo. No es una nena chiquita. Podría dirigir un país.

PLAYBOY: ¿Qué es lo más inteligente que hiciste después de A Time to Kill?

MCCONAUGHEY: Me desconecté. Me fui a Perú, floté por el Amazonas durante 21 días. Encontré un monasterio remoto, recorrí los veinte kilómetros a pie para llegar ahí y toqué el timbre a las siete esa noche. Al día siguiente, caminé con uno de los hermanos por cinco horas, sacándome los monos de la espalda―cosas que me hacían sentir culpable, pecados de la mente y elecciones de papeles que había hecho. Terminamos volviendo a la capilla, y yo lloraba. Él no había dicho una palabra en todo ese tiempo pero entonces dijo: “Yo también.” Me dijo: “Si estás haciendo lo que amás y contando historias con humanidad, no está en vos juzgar si es un papel perfectamente cristiano. Se supone que yo soy un monje, llevando una vida para ver a Dios en cada cosa natural y viva. No se supone que vos hagas eso.” Suspiré aliviado.

PLAYBOY: Tu reputación sufrió un golpe en 1999 cuando la policía de Austin llegó a tu casa y supuestamente te vio bailando desnudo y tocando el bongó mientras otro hombre bailaba y aplaudía. Ambos fueron detenidos por sospecha de posesión de marihuana, posesión de parafernalia de drogas y resistirse a ser trasladados.

MCCONAUGHEY: Vi cómo se le agrandaban los ojos al policía cuando me identificó y se volvió en algo tipo: “Oh, miren lo que tenemos acá.” Mi primera llamada fue a mi mamá. Me sentía culpable, me habían criado para no terminar en la cárcel. ¿Qué tiene de malo tocar el tambor en tu traje de nacimiento? No me arrepiento de lo que me llevó ahí. ¿Pero cuál es la lección? Cerrá la ventana por donde huele tan rico a jazmín porque son las dos de la mañana y podés despertar a algún vecino.

PLAYBOY: Tuviste una soltería muy activa en Hollywood antes de conocer a la brasilera Camila Alves en 2006 y casarte con ella seis años más tarde. El éxito, ¿complica las relaciones?

MCCONAUGHEY: Hubo una época de mi vida cuando me sentía bien yendo de acá para allá,―bam-bam-bam años saludables, fluidos, solteros. Tuve un sentido arácnido bastante bueno y logré no dormir con brujas que, si me iba a duchar, me preocupara por que revisaran mi teléfono o mi billetera―mujeres que no podían salirse con la suya porque yo las veía con el rabillo del ojo. Cuando vi a la mujer que ahora es mi esposa, estaba en un club nocturno haciendo margaritas en mi mesa con amigos. Cuando entró, llevaba un vestido color agua, pregunté: “¿Qué es eso?” No dije “¿Quién es ella?” La gracia, identidad, constitución, belleza―¿de dónde viene eso? ¿Qué es eso?  Cuando la vi, una vocecita en mi cabeza empezó a decir: “No es el tipo de mujer que puedas llamar desde la otra punta del salón. Levantá el culo de la silla.” Ese fue un gran momento. El segundo gran momento fue la mañana siguiente. Conseguí que se quedara en la habitación de invitados de mi casa. Me echó dos veces cuando intenté colarme. Bajé las escaleras a eso de las 10:15 a.m., y ahí estaba ella, en su vestido color agua, firme, riéndose y hablando con mis amigos resacosos y semidesnudos, con quienes habíamos salido la noche anterior, mientras nuestra ama de casas servía pancakes y huevos. De ahí, manejé una hora y diez minutos para buscar su auto y nunca sentí que tuviera que inyectar conversación. Uno no puede llamar a ese tipo de mujer por teléfono. Le soy muy fiel a mi esposa, muy egoístamente. Me gusta estar bajo su encanto. No quiero romper ese encanto.

PLAYBOY: Desde que empezó a llegarte el buen dinero, ¿en qué es más probable que lo gastaes?

MCCONAUGHEY: Customizo mis Airstreams (casas remolque de lujo), pero lo genial de ellas es que no hay suficiente espacio para gastar demasiado dinero. Tengo la Canoe, la Teepee y la más arreglada, la Smithsonian, y les diseñé cada centímetro cuadrado. Ese es mi remolque preferido. Puede hacer casi cualquier cosa menos volar.

PLAYBOY: ¿Hay algún programa de televisión que no puedas perderte?

MCCONAUGHEY: El último programa que necesitaba ver fue la primera temporada de True Detective. Lo miraba una vez por semana como cualquier otra persona. No los vi todos. HBO pasa mis cosas favoritas los domingos a la noche, y me doy cuenta de eso cuando de pronto un lunes me pregunto: “¿Me olvidé de mirarlo ayer a la noche?” La primera temporada de True Detective, no podía esperar a poner a los chicos a dormir e ir a verlo con mi mujer. Todavía no sabía qué estaba pasando. Estaba en el mismo viaje que todos los demás.

PLAYBOY: ¿Qué es la cosa más extraña que te haya enviado un admirador?

MCCONAUGHEY: No es una historia graciosa, pero una chica me mandó sus diarios donde me escribía y yo le respondía, pero ella escribía como si fuera yo. Terminó siendo una situación de acoso.

PLAYBOY: Oh, qué angustiante.

MCCONAUGHEY: Ella había creado completamente su propio mundo. Ese fue uno de los momentos donde dije: “Esperá un minuto. Me volví demasiado importante para alguien; creó su propia realidad ficcional.” Eso es bastante escalofriante. Creo que ella ahora está mejor.

PLAYBOY: ¿Alguna vez sentiste la necesidad de llevar un arma?

MCCONAUGHEY: No. Sentí la necesidad de llevar un bate unas cuantes veces cuando andaba solo. Y acampé en lugares donde noté que, una vez que estaba en mi lugar, tenía que salir y hacer frente. Arreglaba mis cosas y me aseguraba de que mi bate estuviera ahí―porque sabía que me estaban mirando―para hacerles pensar: “Mejor elegimos a otro tipo.” Eso es todo. Solo hacerles pensar: “Quizás él no sea nuestra primera elección.”

PLAYBOY: ¿Alguna vez te sentiste culpable por tu éxito?

MCCONAUGHEY: Nunca me molestó, pero en buena parte la gente piensa: “Él se levanta de la cama y le sale.”

PLAYBOY: Es difícil imaginarse que alguien diga eso después de ver Gold, Dallas Buyers Club o True Detective. Pero muchos pueden haberlo dicho durante los 2000, cuando la revista People te nombró el hombre vivo más sexy y actuabas con frecuencia en comedias románticas y comedias de acción.

MCCONAUGHEY: La gente dice: “Los dramas que hacés ahora tienen que ser mucho más duros,” pero no es verdad. En una comedia romántica, podés reírte pero no demasiado fuerte o el público va a pensar que estás loco. Podés amar con fuerza, pero no uses tanto la lengua. Podés enojarte, pero no demasiado porque vas a hundir el barco y no vas a poder regresar cuando los personajes se reúnan en el tercer acto. También me sumergí en algunos dramas cuando estaba haciendo comedias románticas ―We Are Marshall, Two for the money― pero tuve que hacerlo por menos dinero y tuve que pelear por ellas. Había diez tipos delante mío que podrían haber tomado esos papeles. Nadie me buscaba a mí para hacer dramas.

PLAYBOY: Según el rumor, te perdiste por poco de hacer Titanic.

MCCONAUGHEY: Hace rato que ese es un rumor muy aparente, pero no creo que sea verdad. Fue una de esos castings de los que me fui pensando que lo tenía. Lo disfruté mucho. Kate Winslet lo disfrutó mucho. Era una oportunidad enorme. Pero a Cameron le gustó más Leonardo DiCaprio.

PLAYBOY: ¿Alguna vez rechazaste algún drama y después te arrepentiste?

MCCONAUGHEY: Solo una vez: L.A. Confidential. Antes de A Time to Kill, de los 100 guiones que hubiera hecho, me ofrecían uno. Esta vez podía elegir. Cuando se trataba de elegir los guiones, me di cuenta que tenían que impresionarme menos e involucrarme más. Hasta tallé eso en un árbol.

PLAYBOY: ¿Cuán satisfactorio es ser Matthew McConaughey estos días?

MCCONAUGHEY: También me pregunto eso. Entro a cada situación ―cada película, cada reunión― con una reverencia increíblemente alta por lo que quiero hacer. Muchas veces, no la alcanzo, pero sigo diciéndome: “Está bien, igual estuvo bien.” Todavía tengo espacio para crecer. ¿Los techos? Son hechos por el hombre, ya sabés.

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