Fotos de mi primer rollo

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Estas son fotos del primer rollo que saqué con una cámara a la que decirle “antigua” sería poco menos que un insulto. La cámara es más vieja que yo, y si me cuido de dejarla caer antes de morirme, probablemente me sobreviva y siga funcionando durante muchos años. Hecha hacia fines del ‘77, esa época en la que el capitalismo todavía creía que la historia no tendría fin, que todo podía durar para siempre. Esta cámara es donde el sentido de “antigüedad” y “reliquia” se separan.

Y de las fotos en sí, ¿qué decir de las fotos? La forma que existen hoy para verlas (esta misma red, las pantallas en general), pero sobre todo, de trabajarlas, es completamente distinta a la de aquella época. Estas son las primeras fotos que saqué cuando me propuse trabajar la fotografía en sí y no solo como medio para alguna otra cosa, copiar algún libro, registrar alguna información.

Hay dos cosas que me llaman la atención de este rollo, que es el primero que veo cuando abro Lightroom. Primero, la curiosidad que me generaban cosas que hoy ya no fotografiaría. Segundo, cuánto me importan estas imágenes, que a cualquier otro probablemente le resulten totalmente intrascendentes.

No creo que la filosofía sea un campo privilegiado de la experiencia, pero sí que es una forma distinta de pensar, con sus propias reglas, diferentes del resto. La metáfora del lenguaje, que sí vale para la fotografía, no le cuadra del todo. Hay un concepto de quien algunos dicen que fue el mayor filósofo del siglo XX, que me viene justo para pensar a la vez la función de la filosofía y de la fotografía. La palabra que usa el filósofo en alemán es Sorge y habla, en los términos de los que él justamente buscaba escapar, de la relación que tiene el hombre con el mundo. Su traductor, en lo que alimenta una serie de confusiones de lo más productivas en el campo del arte contemporáneo, lo trajo al castellano como “cura” o “curar”.

Estoy seguro de que el uso más corriente de la palabra no tiene nada que ver con la cura. Significa, más bien, algo como preocupación. “Sich Sorgen machen” es “hacerse problemas” en ese mismo registro. Pero hay algo de la decisión del traductor que persiste, quizás como su contribución a la historia del proceso siempre cambiante que es el lenguaje. Porque hay algo del trabajo con las imágenes, e intuyo que no debe ser distinto en cualquier otra práctica visual, que tiene que ver con la curación. Pero, esta vez en el sentido contrario, no con el objetivo medicinal de la cura. Hablo de curación como se cura una madera con aceite para que perdure, como se cura una calabaza para tomar mate en ella, curar no como sanación sino como preparación para. Esa es la traición fundamental de la producción de imágenes a la experiencia inmediata, de lo que creo que habla Joan Fontcuberta en El beso de Judas. La filosofía y la fotografía ponen el mundo a disposición para darles otro uso.

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